Ser líder no nos exime del quebranto. Al contrario, a menudo somos los primeros en enfrentar el peso de la debilidad humana, la lucha interior, y los retos del carácter.

La desobediencia a los líderes piadosos suele revelar un problema más profundo: la desconfianza hacia la autoridad espiritual como medio del cuidado divino.

La ley de la no contradicción nos recuerda que las enseñanzas cristianas deben ser consistentes.