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La Cruz y el cristiano



Pocas cosas son más tormentosas en la vida que saber la hora precisa de tu muerte. Saber que son tus últimos minutos aflora los sentidos y nos hace estar presente. Somos conscientes de cada respiro. Cada bocanada de aire que llena nuestros pulmones al inhalar. La brisa acaricia como nunca. La calidez del sol se aprecia mientras abraza todo el cuerpo y las aves parecen brindar con pasión un gratuito concierto. Apreciamos lo ordinario y cotidiano de forma extraordinaria. Y duele saber que quizás siempre fue así, pero mirábamos a otro lado.


Hay unos pocos que no se lamentan cuando el reloj de la vida está por marcar el último instante. Si al envejecer lo más doloroso es hacernos conscientes de oportunidades que desaprovechamos y de todo lo que nunca intentamos, este minúsculo grupo se despide con la satisfacción de haber vivido al máximo. ¿Pero qué significa eso?


El Reverendo Martin Luther King, lo entendió y expresó de la forma más simplificada y confrontativa posible: “Si un hombre no ha descubierto algo por lo que morir, no está preparado para vivir". Evidentemente, no son pocos los que se obsesionan con una idea, pero no todos están dispuestos a morir por esa idea. Quizás algunos de los que estuvieron dispuestos a luchar hasta llegar a las últimas consecuencias, lo hicieron porque genuinamente creían qué hacían lo justo, convencidos de que la razón y el sentido de sus vidas estaba ligado a eso.


Lo antes descrito, perfectamente cumple con el perfil de Jesús y sus discípulos. Jesús creyó tener un propósito y estuvo dispuesto a darlo todo por aquello que creía, incluso su propia vida. Los que creyeron en Él fielmente siguieron sus pisadas, muchos de ellos al igual que Él hasta la misma muerte. Jesús fue acusado de no ser quien decía ser, hijo de Dios. Los discípulos fueron acusados de haber robado el cuerpo de Jesús para luego decir que había resucitado. Por lo que según los primeros detractores del cristianismo, este estaría fundamentado en mentiras.


“¿Quién moriría por una mentira?”, se preguntaba Josh McDowell al estudiar la vida de Jesús. ¿Era un mentiroso, un lunático, o era quién decía ser? Pero no solo Jesús estuvo dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias, también muchos de los que creyeron en Él como hijo de Dios escogían ser martirizados antes que retractarse de su fe en Él. Mucha gente crea una mentira y enseñan esa mentira, y algunos que creen la mentira mueren por ella. Pero no cualquiera muere por una mentira, sabiendo que es una mentira aquello por lo que entrega su vida. Esos primeros cristianos sabían lo que habían visto y oído, una verdad que no podían callar y estaban dispuestos a entregar sus vidas por causa de ella. El terrible contraste que se marca entre esos cristianos y muchos de los que hoy profesamos la misma fe es abismal.


Jesse Lyman Hurlbut en “Historia De La Iglesia Cristiana”, seis periodos de la historia de la Iglesia hasta ese entonces.

La Iglesia apostólica

La Iglesia perseguida

La Iglesia imperial

La Iglesia medieval

La Iglesia reformada

La Iglesia moderna


Jesse Lyman no abarca el periodo en el que vivimos, la Iglesia posmoderna, porque su muerte tuvo lugar antes del posmodernismo. Lo interesante es que entre cada periodo de la Iglesia notaremos contrastes entre los cristianos de un periodo y otro. El contexto histórico que marca el inicio y el final de cada periodo condicionaba a los cristianos en muchos aspectos. No obstante a eso, hay características que no deberían darse a consecuencia del periodo en el que vivimos, sino a consecuencia del ser cristianos.


La Iglesia apostólica y la Iglesia perseguida tiene como común denominador a cristianos que, aferrados a la fe y profundamente comprometidos con la causa de Cristo, estaban dispuestos a enfrentarse a la muerte. Cristianos que siguiendo el ejemplo de los apóstoles veían el morir por la causa de Cristo como un privilegio. Ignacio de Antioquia, discípulo del apóstol Juan, era un firme defensor de la fe cristiana luchando contra diversas herejías que surgieron en ese momento. Fue arrestado y llevado a Roma para enfrentar su martirio (120 d.C aproximadamente). Interesantemente durante su viaje hacia Roma escribió cartas a diferentes comunidades cristianas, exhortándoles a mantenerse fieles a su fe y a no interceder en su nombre para evitar el martirio, el cual, según la tradición, consistiría en ser devorado por leones.


“no me concedáis otra cosa que el que sea derramado como

una libación a Dios en tanto que hay el altar preparado”

Ignacio de Antioquia a Los Romanos.


¿Qué clase de persona pide que no intercedan para evitar su injustificada muerte, cuando nuestro instinto natural es aferrarnos a la vida? Alguien que descubrió algo por lo que valía la pena morir. Alguien que ve su propio martirio como un privilegio y en ello se gloría.


La arena humedecida por la sangre inocente de aquellos cristianos no causó el estancamiento ni el retroceso del cristianismo, lejos de eso se animaban a seguir creyendo en Jesús y a emular el sacrificio de sus hermanos en la fe por la causa de Cristo. Así como los hebreos en Egipto, que cuanto más los oprimían, más se multiplicaban, el crecimiento del cristianismo era imbatible. Vivían en un continuo derroche de los frutos del Espíritu Santo. El amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza eran sus cualidades. Era el mismo carácter de Cristo formado en ellos.


No se sentían defraudados, porque entendían que el evangelio no es sinónimo a exoneración de problemas. Jesús hizo la “peor”, pero más honesta propaganda, de lo que significaba seguirle.


Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Mateo 16:24 (RVR1960)


Jesús se aseguró de que nadie pudiera decir que fue engañado con promesas de una vida ausente de conflictos para seguirle. Cualquier director de marketing diría que lo que hizo Jesús fue una pésima presentación de lo que significaría seguirle, si es que acaso quería que alguien le siguiera. Nadie en su sano juicio recluta gente presentando los conflictos implicados al decir “sí”. Esas son las letras pequeñas que quien escribe un contrato no quiere que usted lea. Pero Jesús hace la más honesta y fiel representación de lo que significaría seguirle.


El ejemplo implicado es uno con el que aquella generación estaba familiarizada. Cada tanto, veían cuando los romanos llevaban a alguien, que acusado de sedición o traición, lo torturaban para luego crucificarlo. La crucifixión era una forma de ejecución especialmente brutal y degradante, que estaba diseñada, no solo para infligir un castigo físico severo, sino también para deshonrar públicamente al condenado y servir como advertencia para otros.


Tomar la cruz y seguir a Jesús no es solo la crucifixión. Es que el proceso de condena de los romanos, del que Jesús está haciendo uso, involucraba también ser sometido a una flagelación o azotamiento. Una vez flagelado, el condenado cargaba con el "patibulum", que era la viga horizontal de la cruz. Sus manos serían clavadas en la viga horizontal y sus pies en la viga vertical. El condenado experimentaba un intenso sufrimiento debido a la posición y la falta de soporte para el cuerpo. La presión en el pecho y los pulmones dificultaba la respiración y llevaba a la asfixia. A veces, para acelerar la muerte, los verdugos podían romper las piernas del condenado, impidiéndole levantarse y respirar adecuadamente. La agonía podía durar horas o incluso días antes de que el condenado finalmente muriera.


Cuando Jesús dijo “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” todo esto que acabo de describir en el párrafo anterior era lo que aquella audiencia tenía en su mente. Ellos conocían muy bien el proceso de tortura, humillación y muerte que era la crucifixión. Y mientras Jesús decía aquellas palabras, se iban creando todas esas imágenes en la mente de ellos.


Jesús presentó una clara imagen de lo que significaría seguirle, siendo Él mismo el primero en padecer.


Extracto de: Legatarios. José Luis Torres. 2024, Grace. p.29-35.

1 Comment


Guest
Apr 19

Excelentísimo

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