Un llamado a sangrar
- Charlie Caraballo

- hace 6 días
- 3 Min. de lectura

2 Corintios 4:10-12 Llevamos siempre por todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.
Hace unos días, mientras escuchaba una predicación del evangelista Daniel Serrano, quien ministraba durante una apreciación pastoral de unos amigos pastores que tenemos en común, una frase atravesó mi corazón como espada: “El ministerio es un llamado a sangrar.” No sé quién la dijo primero. Tal vez su origen se perdió en alguna vieja prédica o entre los silencios de algún siervo cansado. Pero su verdad resuena con la fuerza de lo eterno.
Esa frase, sencilla pero profunda, capturó la esencia del llamado pastoral. No se trata de títulos, púlpitos o plataformas; se trata de heridas. De amor que duele. De servicio que sangra.
El peso sagrado de una vocación que sangra
Detrás de cada pastor que predica con pasión, hay un ser humano que muchas veces carga silenciosamente con el peso de las almas. Hay noches sin sueño, oraciones sin respuesta inmediata, luchas internas que nadie ve. El ministerio pastoral no se ejerce desde la comodidad, sino desde el sacrificio. Es caminar con las ovejas cuando están heridas, aunque el propio pastor también esté sangrando.
El profeta Isaías describió al Siervo de Dios como varón de dolores, experimentado en quebranto (Isaías 53:3). Y ese modelo sigue siendo el del verdadero ministerio: pastores que aman tanto que su amor se convierte en herida que redime el corazón de otros.
Sangrar por amor: la pastoral como entrega
“Un llamado a sangrar” no significa sufrir por sufrir. Significa amar hasta el punto de desgastarse. Es llorar con los que lloran, escuchar más de lo que se habla, y servir incluso cuando el corazón está cansado.
El verdadero pastor no se mide por sus sermones, sino por sus cicatrices.
Cada herida en su alma es testimonio de un rebaño amado, de una carga llevada, de una vida acompañada.
Pablo lo dijo con claridad: Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros. (2 Corintios 4:10) El ministerio pastoral sangra, sí. Pero su sangre no se derrama en vano: riega las semillas del Reino de Dios.
Estadísticas detrás del sacrificio
Las cifras recientes confirman lo que los pastores viven en silencio. El Barna Group (2024) revela que 38 % de los pastores en Estados Unidos ha considerado dejar el ministerio a tiempo completo. La causa principal: agotamiento emocional, carga espiritual, y falta de apoyo comunitario.
Otros estudios amplían la realidad: El 65 % de los pastores afirma sentirse solo o aislado con frecuencia. Muchos reportan jornadas de más de 55 horas semanales, equilibrando responsabilidades espirituales, administrativas y familiares. Y lo más alarmante: 1 de cada 5 pastores ha tenido pensamientos de autolesión o depresión severa.
Incluso el reconocido autor y consultor Peter Drucker llegó a incluir el pastorado entre los cuatro trabajos más difíciles del mundo, junto con ser presidente de una nación, rector de universidad y director de hospital. Estas estadísticas no son números fríos: son el reflejo de vidas entregadas, de seres humanos que sangran en silencio mientras sirven a otros con esperanza.
Apreciación Pastoral
El mes de Apreciación Pastoral no debe ser un simple reconocimiento simbólico, sino una oportunidad para curar a quienes tantas veces han sanado a otros. Honrar a un pastor es más que entregar una placa o un aplauso: es ofrecerle descanso, escucha, comunidad, y oración genuina.
La iglesia necesita aprender a cuidar de sus cuidadores. Porque cuando un pastor cae, el rebaño entero tambalea. Y cuando una comunidad se convierte en refugio para su pastor, el Reino se fortalece. Honremos a los que llevan el peso del altar, a los que han sangrado en lo secreto para que muchos vivan en lo visible. Que este mes recordemos que el ministerio no es una profesión; es una ofrenda.
Quizás no sepamos quién dijo primero aquella frase: “El ministerio es un llamado a sangrar.” Pero sí sabemos que Cristo fue el primero en vivirla. Él nos mostró que el amor verdadero siempre deja marcas, que servir al prójimo cuesta, y que el precio del llamado es, muchas veces, la herida.
Hoy, en este tiempo de Apreciación Pastoral, queremos mirar a nuestros pastores con gratitud y ternura. A los que siguen predicando a pesar de su cansancio. A los que oran por nosotros cuando nosotros ya hemos dejado de orar. A los que aman sin medida. Que Dios fortalezca a cada uno, renueve su fe, y sane sus heridas.





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