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EL BUEN PASTOR



A lo largo de la historia del arte cristiano, desde los primeros siglos hasta la actualidad, la imagen del Buen Pastor ha sido representada de diversas formas, desde pinturas en las catacumbas romanas hasta esculturas en las catedrales medievales y obras de arte contemporáneo. Esta representación sigue siendo relevante en la espiritualidad cristiana como un recordatorio del amor, la protección y el liderazgo de Jesús en la vida de sus seguidores.


Parece ser que en los tiempos actuales no queremos ser tratados como ovejas de un rebaño, es como si fuera ofensivo decirle oveja a una persona. Solemos decir; "no necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida”. Queremos ser respetados en mi forma de vivir o practicar mi fe, llegando a decir que; "no necesitamos de ningún pastor". Este pensamiento es de aquellos que viven un cristianismo lejos de una comunidad de fe y pastor (llaneros solitarios) y hasta suele ser progresista.


Por otro lado, en el cristianismo posmoderno y en la mayoría de los círculos neo- pentecostales podemos ver como la palabra pastor pasó a ser un término anticuado. Hoy suelen llamarles a los que están en frente de una congregación “papá”, irrespetando a aquellos que reconocen la labor y el ministerio pastoral en las comunidades de fe.


Pareciéramos ver un grupo de personas rindiendo pleitesía a hombres que solo utilizan un privilegio que no se les fue dado a todos, que es pastorear la iglesia de Cristo, para pedir “honra” y cuentas. Son los mismos que en ocasiones no tiene sujeción y/o tiene un sistema jerárquico a quienes también les llaman por igual.


Este no era el sentir de los primeros cristianos. La figura de Jesús, buen pastor, se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida.


Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario, dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de sus ovejas.


El «pastor bueno» se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario, que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida, abandonando al rebaño: no le importan las ovejas.


Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importa, sobre todo, los más desvalidos.


Pero hay algo más. «El pastor bueno da la vida por sus ovejas». Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús hacia la gente no tiene límites, es un amor sacrificial. Ama a todos con amor de buen pastor, que no huye ante el peligro, sino que da su vida por salvar al rebaño.


Yo soy el ‘buen’ pastor. No se trata de resaltar el carácter de bondad o dulzura. La traducción oficial devalúa la expresión. “Bueno” en griego, sería (agathos). (Kalos) significa bello, ideal, excelente, único en su género. Denota perfección.


Pastores “buenos”, puede haber muchos. Pastor ideal solo puede haber uno y es Jesus.

El buen pastor se entrega él mismo por las ovejas. La vida (psukhên) se identifica con la persona. En griego existen tres palabras para designar vida: “bios”, “zoê” y “psukhê”.


La palabra vida (Psukhên) significa persona, es decir, capacidad de sentimientos y afectos. “Tithesin” no significa dar, sino poner, o mejor, exponer, arriesgar.


Como pastor excelente e ideal, Jesús pone su persona al servicio de los demás durante toda la vida. Jesús vive y se desvive por los demás.

- Fray Marcos


Por eso, la imagen de Jesús, «pastor bueno», se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores.


Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del Salmo 23:1, 3 RVR1960 "Jehová es mi pastor; nada me faltará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre".


En ocasiones se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas, o perdidos y desorientados.


Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades... corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero ¿Quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?

4 Pascua – B (Juan 10,11-18), 21 de abril, José Antonio Pagola

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