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Vamos De Camino



Esa frase resonó en mí como un eco suave pero firme, mientras escuchaba un episodio del podcast Legado, donde conversaban el evangelista José Luis Torres y el pastor Rafael Torres Zacour. No era una frase para llenar un silencio; era una declaración profunda, cargada de humanidad, de gracia y de esperanza. Una frase que reconoce que todavía no hemos llegado… pero estamos en camino.


Como dijo Dietrich Bonhoeffer en su obra El precio de la gracia: “La gracia es costosa porque nos llama a seguir, y es gracia porque es Cristo quien nos llama a seguirlo.” En ese llamado, el caminar no es prueba de debilidad, sino de obediencia.



La ilusión de la perfección en el liderazgo

En el ministerio, muchas veces se espera de los líderes una imagen casi impenetrable: que siempre sepan qué hacer, qué decir, cómo actuar. Que no tengan dudas. Que no cometan errores. Pero esa expectativa no solo es inhumana, es peligrosa. Nos lleva a construir una fachada de perfección que no permite procesos, ni humanidad, ni arrepentimiento.


Y sin embargo, el apóstol Pablo lo dijo con claridad en Filipenses 3:12: No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.


La palabra griega teleioō (τελειόω), traducida como “ser perfecto”, implica alcanzar un fin, una madurez completa, no una impecabilidad sin errores. Pablo reconoce su condición humana y sujeta su liderazgo apostólico al proceso continuo de formación en Cristo. Su meta no es la perfección humana, sino la transformación interior por el Señor.


En el ministerio, muchas veces se espera de los líderes una imagen impenetrable: que siempre sepan qué hacer, qué decir, cómo actuar. Pero esa ilusión es peligrosa. Nos conduce a la hipocresía y a esconder las grietas que, cuando se iluminan con la gracia, pueden ser testimonio del poder restaurador de Dios.



Restauración en el camino

Ser líder no nos exime del quebranto. Al contrario, a menudo somos los primeros en enfrentar el peso de la debilidad humana, la lucha interior, y los retos del carácter. Pero cuando somos capaces de admitir que aún estamos “en camino”, abrimos la puerta a una restauración profunda. No una restauración que esconde la herida, sino una que la muestra como señal de que hemos sido tocados por la gracia.


2 Corintios 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.


La expresión vasos de barro alude a recipientes frágiles, comunes, fácilmente quebrantables. Pablo utiliza esta metáfora para describir nuestra humanidad. No se trata de una debilidad que descalifica, sino de una fragilidad que exalta la gloria de Dios.


Karl Barth diría que “la santidad de Dios no se manifiesta en la eliminación del hombre débil, sino en su reconciliación, en su uso para gloria mayor.” El barro quebrado sigue siendo útil cuando es restaurado en manos del Alfarero.


El verdadero liderazgo cristiano no es dominio, es testimonio. No es fachada, es fragancia de gracia.




La necesidad de amigos espirituales

Nadie se restaura solo. Todos necesitamos gente que nos ame lo suficiente como para confrontarnos, y lo suficientemente madura como para no juzgarnos mientras lo hace. Ese es el tipo de comunidad que la iglesia necesita cultivar: una comunidad que no castiga la vulnerabilidad, sino que la acoge y la redime.


Gálatas 6:1-2 Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre… Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.


Restauradle; palabra usada también en el contexto médico para referirse a colocar un hueso dislocado en su lugar. Implica cuidado, precisión y ternura. No es exponer, es restaurar.


Necesitamos personas que nos amen lo suficiente como para confrontarnos sin destruirnos. Que nos carguen cuando no podamos caminar. Que nos restauren con dignidad, no con juicio. Esa es la comunidad que encarna la ley de Cristo.



Caminamos hacia Cristo

Este blog no es una defensa de la mediocridad espiritual. No se trata de justificar los errores ni de romantizar el pecado. Es una confesión: aún los que lideramos estamos en proceso. Y nuestro camino tiene una meta clara: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; Efesios 4:13


Plenitud (pleroma) sugiere totalidad, llenura, madurez en Cristo. No es una meta abstracta, sino un proceso diario. Es una estatura que no se mide por resultados visibles, sino por semejanza interna a Cristo.


El camino de la restauración, del arrepentimiento y del crecimiento no es una ruta alterna. Es el único camino del discipulado cristiano. Y lo hermoso de este viaje es que Cristo no espera en la meta, sentado con los brazos cruzados. Él camina con nosotros. Nos levanta cuando tropezamos. Nos habla en el silencio. Nos restaura en el quebranto. Nos moldea en la imperfección.


Hoy se nos extiende una invitación a caminar juntos. Líder, pastor, servidor, creyente: no tienes que tenerlo todo resuelto. No estás llamado a ser perfecto de inmediato. Estás llamado a seguir caminando. A dejar que el Espíritu te forme, te corrija, te transforme. Y si hoy te sientes cansado, quebrado o en crisis, recuerda esto: vamos de camino. Y ese camino se llama Jesús.

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