top of page

Solo Cristo


ree

Si bien es cierto que el titulo “Principe de los Predicadores” debería descansar en los hombros de Cristo y no en los de Spurgeon, en base a los testimonios de sus contemporáneos, parece que desde los días del apóstol Pablo no teníamos un predicador tan ferviente. Sus sermones han trascendido más allá de su muerte, y pese a su estatura histórica, sus sermones aún tienen olor a Cristo. 


Yo solo era un joven predicador de poco más de diecinueve años, con un insaciable deseo de servir a Dios en la edificación de su cuerpo, cuando en un tiempo de estudio tropecé con esa magnífica expresión: “¿No hay Cristo en tu sermón, caballero? Entonces vete a casa y nunca prediques de nuevo hasta que tengas algo que valga la pena oír”. 


En el silencio de esa madrugada, la expresión de Charles Spurgeon, fue como un grito a mi alma cuyo eco sigue resonando en mí. Era más que un dardo retórico; es una declaración teológica que pone en evidencia la esencia de la predicación bíblica. 



Cristo es el mensaje

Una de las evidencias a favor de la inspiración divina de la Biblia, es que a pesar de ser escrita por distintos autores, en distintas épocas, sostiene un arco histórico, manteniendo una consistencia en la narrativa. Solo hay una explicación a esto: que 40 autores, de diferentes clases sociales, desplazados a lo largo de 1,500 años, sostuvieran una misma narrativa consistente, es porque todos debían estar apuntando al mismo norte: Cristo. 


Tras el evento de la crucifixión de Jesús, sin saber aun de su resurrección, dos discípulos que iban camino a Emaús fueron interceptados por él. Ante su confusión y decepción por lo sucedido, Jesús los lleva a las Escrituras y les declara lo que decían de Él. (Lucas 24:27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían). Aquí estamos viendo a Cristo predicando a Cristo.


Todas las Escrituras, (Moisés y los profetas), apuntan a Cristo; lo cual significa que no hay forma en que podamos justificar que no haya Cristo en nuestro sermón. No importa si predicamos de los Salmos, de las leyes levíticas, de las cartas paulinas o de las narrativas históricas: la pregunta al acercarnos al texto sagrado debería ser: ¿Cómo nos señala esto a Cristo?



La descentralización de Cristo

La Iglesia posmoderna del siglo veintiuno, ha desarrollado un paladar distinto; la predicación moralista, motivacional o meramente informativa es la que prolifera. Hay sermones que son poco más que consejos de autoayuda, discursos sociales, o análisis culturales con tintes religiosos. Por buenos que sean en intención, estos mensajes no salvan ni santifican a nadie. El apóstol Pablo lo deja claro: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Corintios 1:23)“Porque me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2:2).


La descentralización de Cristo que se ha estado viviendo en contextos neopentecostales, me hace temblar al ver que es un reflejo de aquella corrupta e inmoral Iglesia medieval. Alejada de los principios ortodoxos, Cristo había sido desplazado del lugar que ningún otro puede ocupar. La venta de indulgencias. La autoridad del papa por encima de las Escrituras. El papel de los santos y María como mediadores. Una visión de la salvación que dependía tanto de la gracia como de las obras humanas. Olvidaron que Cristo era suficiente. 


En contraposición con las doctrinas romanas, los reformadores afirmaron que la salvación es un regalo de Dios que se recibe únicamente por gracia (Sola Gratia), mediante la fe (Sola Fide), basada en la autoridad de la Escritura (Sola Scriptura), centrada exclusivamente en Cristo (Solus Christus) y para la gloria de Dios (Soli Deo Gloria).


“Solo Cristo” significa que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5), y que su obra es suficiente y completa para la salvación. No necesitamos añadir a su obra la intercesión de los santos, el mérito de nuestras obras, ni el poder sacerdotal humano. Pero nada de eso se lo inventaron los reformadores, siempre estuvo en la Biblia, pero la Iglesia había perdido el norte. Los reformadores volvieron al principio, porque solo se puede avanzar volviendo al principio.



Volviendo al principio

Nada puede reemplazar la predicación de Cristo. Él es el poder de Dios para salvación (Romanos 1:16), el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5), el único nombre dado a los hombres por el cual podemos ser salvos (Hechos 4:12). Un sermón centrado en Cristo no es opcional: es la única manera fiel de predicar. Es el alimento que nutre al pueblo de Dios, el agua viva para el sediento, el bálsamo para el quebrantado, y la advertencia para el que se obstina en el pecado.


Como pentecostal que soy, he sido saturado por temáticas de avivamiento, poder, milagros y manifestaciones sobrenaturales. Y por lo general, esas expresiones vienen acompañadas con un sello: “como la Iglesia primitiva”. Queremos replicar lo que aquellos primeros cristianos vivieron, vivir sus extraordinarias y sobrenaturales experiencias, pero olvidamos lo más importante: ¿qué predicaron esos primeros cristianos? Todo lo que la Iglesia de hoy desea como un fin, los primeros cristianos lo tenían como resultado de su centralidad en Cristo.


El Salvador 2025 - Únete a este legado de bendición que alcanzara a 100 familias salvadoreñas y a unos 200 niños.

ree

Comentarios


LEGADO

Thanks for submitting!

bottom of page