La Fe: Más Allá del Asentimiento Intelectual
- Charlie Caraballo
- 24 ene
- 3 Min. de lectura

“No es la fe la que viene por las obras, sino las obras las que proceden de la fe.”
San Ambrosio de Milán
La cita bíblica más conocida para definir la fe es Hebreos 11:1: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Este versículo contiene dos conceptos clave que nos ayudan a entender profundamente el significado de la fe desde la perspectiva bíblica:
1. Certeza (hypostasis): Denota una seguridad firme o fundamento. Es algo sólido, como una “garantía” anticipada de lo que esperamos. Representa una confianza tan establecida que actúa como si ya poseyéramos aquello que aún no ha llegado.
2. Convicción (elegchos): Se refiere a una prueba interna o evidencia que nos mueve a actuar. Es una seguridad en el corazón sobre aquello que no es visible. Esta convicción no depende de los sentidos, sino de la confianza en la verdad divina.
En resumen: “La fe es la confianza plena que nos da la garantía de lo que esperamos, y la seguridad interna que nos permite aceptar como verdadero aquello que aún no podemos ver.”
La Fe: Origen y Significado
El término “fe” proviene del latín fides, que significa “confianza” o “lealtad”. En el Nuevo Testamento, el término griego más común es pistis, que se traduce como “confianza”, “creencia” o “fidelidad”. Según el Dr. Yattenciy Bonilla, desde la raíz griega del verbo pisteúo, significa una fe que se fundamenta en un conocimiento de Dios por medio de Cristo Jesús, fe que va a regir la vida y el carácter, adquiriendo la identidad de Dios por medio de Cristo.
Contexto del Antiguo Testamento
En hebreo, la raíz de fe es emunah, que significa “fidelidad”, “confianza” o “seguridad”. En el Antiguo Testamento, la fe era más que un simple asentimiento intelectual; se entendía como una relación de confianza mutua entre Dios y su pueblo (Éxodo 17:12, Habacuc 2:4).
El Asentimiento Intelectual
El asentimiento intelectual es aceptar algo como verdadero basándose únicamente en la lógica o la razón, sin involucrar una respuesta emocional, práctica o espiritual. Es un acto de la mente que reconoce una verdad, pero no necesariamente lleva a un compromiso personal o a la acción.
Características del asentimiento intelectual:
• Puramente cognitivo: Se limita a lo racional, sin internalizarse ni vivirse en la experiencia diaria. Por ejemplo, alguien puede creer que el ejercicio es beneficioso, pero no necesariamente lo practica.
• Falta de transformación: Reconocer la existencia de Dios no implica una relación transformadora o una respuesta activa.
La fe, según la Biblia, no es solo un ejercicio mental. Implica un compromiso activo y transformador. Santiago 2:17 lo expresa claramente: “Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma.”

Santiago: Fe Viva vs. Fe Muerta
Santiago hace una distinción crucial:
• Fe sin obras: Representa una fe únicamente intelectual. Se reconoce a Dios, pero no hay un cambio en la vida que lo refleje.
• Fe con obras: Es una fe viva y activa que se manifiesta en hechos concretos como amor, justicia y misericordia.
Por ejemplo: Santiago ilustra que si alguien ve a un hermano necesitado y solo le dice: “Vete en paz, caliéntate y sacia tu hambre,” pero no le ayuda, esa fe no tiene valor. Una fe viva no solo cree en el corazón, sino que actúa para transformar la vida diaria, glorificar a Dios y servir al prójimo.
San Juan Crisóstomo dijo: “La fe es la raíz; las obras, los frutos. Si no hay fruto, no hay fe.”
La Fe: Respuesta Activa y Relacional
La fe en la Biblia no es solo aceptar una verdad, sino vivirla. Es una respuesta activa a Dios, basada en la certeza de su carácter, sus promesas y su obra redentora. La verdadera fe transforma al creyente, moviéndolo a vivir en obediencia, esperanza y amor, reflejando a Cristo en cada acción.
En palabras de Santiago 2:17:
• “La fe sin acción es inútil y carece de significado verdadero.”
• “Una creencia que no influye en tus actos es como tener algo que no sirve para su propósito.”
En conclusión, la fe va más allá del asentimiento intelectual. Es la evidencia viva de una relación transformadora con Dios que se refleja en nuestra vida diaria, en nuestras acciones y en nuestra manera de amar y servir a los demás.
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